viernes, 25 de febrero de 2011

Afortunadamente, los casos extremos como ella no aparecen a menudo. Sabemos cómo eliminarlos en embrión. No se puede construir una casa sin clavos en la madera. Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno o, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra. Si el Gobierno es poco eficiente, excesivamente intelectual o aficionado a aumentar los impuestos, mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello. Tranquilidad, Montag.
Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo Lowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se  mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia  delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trata de medir,  calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado ¡Al diablo con ello! Así, pues, adelante con los clubs, las fiestas, los acróbatas y los prestidigitadores, los coches a reacción, las bicicletas, helicópteros, el sexo y las drogas, más de todo lo que esté relacionado con reflejos automáticos. Si el drama es malo, si la película no dice nada, si la comedia carece de sentido, dame una inyección de teramina. Me parecerá que reacciono con la obra cuando sólo se trata de una reacción táctil a las vibraciones. Pero no importa. Prefiero un entretenimiento completo.

Fahrenheit 451, Ray Bradbury

jueves, 24 de febrero de 2011

Feliz cumpleaños Galatea

martes, 22 de febrero de 2011

Sostengo que quien infringe una ley porque su conciencia la considera injusta y acepta voluntariamente una pena de prisión, a fin de que se levante la conciencia social contra esa injusticia, hace gala, en realidad, de un respeto superior por el derecho

Martin Luther King


lunes, 21 de febrero de 2011

Enredado en mi pensar,
maniatado a lo que todavía duele.
Sólo quiero escapar a otro lugar,
donde ya no me sienta así [...]
Me cansé ya del disfraz...

sábado, 19 de febrero de 2011

Ya lo creo, habías esperado tanto, dando vueltas sin saber que hay algo más...

jueves, 17 de febrero de 2011

Prefiero morir como rebelde que vivir como esclavo, apuesto que los tuyos se rinden primero porque los soldados míos no pelean por dinero

lunes, 14 de febrero de 2011

No hay como amar y ser amado,
es la cosa más feliz que hay.
Floto en el vapor,
silvando esta canción,
me deslizo entre la soledad.
Toma el camino más largo,
por ahí me encontrarás,
descansando entre los prados,
a la orilla del maizán...

jueves, 10 de febrero de 2011

Todos se dejan la barba y el pelo como él,
pero no son como él.
Todos declaran y hablan en nombre de él,
como si fueran él.
Yo me pregunto que estará pensando él,
si pudiera ver.
Cómo se llenan de plata hablando de él,
sin saber nada de él.
Todos se compran la remerita del Che... sin saber quien fue.
Su nombre y su cara no paran de vender.
Yo me pregunto por qué le tocó a él,
ser Jesucristo al final del milenio.
Vuelve y vuelve mil veces al que matan así,
¿O es qué al final nunca muere el que no teme morir?

martes, 8 de febrero de 2011

Gran hermano, parte 2

Ahora explíquenme por favor como el mismo día de haberse iniciado el programa (o en su excepción, al otro día), esas personas ya tenían fans. ¿Fans? Por favor, ¿fanático de qué sos?
Yo me pregunto: ¿Qué admirás de esa persona? ¿Qué te entusiasma ciegamente? ¿Por qué lo hace tan especial aparecer en la televisión? ¿Por qué es tan importante la fama? Muchas de esas preguntas no se responden porque nadie se las plantea. No se toman el tiempo ni el esfuerzo de analizar qué están viendo.
El único y absoluto fin de este programa de televisión es que la gente ciegamente consuma, se fanatice de algo que uno mismo posee.
Nos hacen desidentificarnos. Nos hacen creer que somos distintos al que está en la televisión… porque claro, está en la televisión. Nos hacen querer estar ahí y que el mundo nos conozca, y así… ¿Ser mejores? ¿Más importantes? ¿Qué es lo que nos da a cambio la fama y el “reconocimiento” público?
Ese es uno de los ejemplos más claros de lo que genera este nuevo programa de consumo masivo y popular. La gente absorbe todo lo que el programa les brinda. Se paraliza… se aliena.
Así perdemos nuestra capacidad de razonamiento, de crítica. Tienen la capacidad de transmitir la información de manera que tal como la envían, la gente así la recibe.
Nos empapan de información: nos dicen qué ver, qué consumir, qué criticar y qué apoyar. Hasta controlan nuestros sueños, nuestras aspiraciones, nuestras metas…
Y así es: “Los bolsillos de unos se llenan mientras que las mentes de otros se vacían.”
Es un negocio millonario, mirá vos sino. Pero no es la primera vez que la manipulación de masas enriquece. Que sutileza, ¿no? “Someten al ignorante y al educado”.

Gran hermano, parte 1

Ahora la sociedad se ve paralizada no por una crisis económica ni la Tercera Guerra mundial, no por una catástrofe natural ni un nuevo genocidio; no se ha paralizado por la tala indiscriminada de árboles o el avance de los mares ni por distintas advertencias de carácter religioso sobre el fin del mundo. Simplemente se ha paralizado por haberse convertido en realidad sus deseos.
Se sumergen en un rol de espectadores a tal punto que cada vez que la ocasión y el contexto lo permita espontáneamente surge el tema: "¿Y viste la pelea del sábado? Si, se lo merecían.", "No quiero que se vaya, me cae bien.", "Mañana a la noche es la nominación, no me lo pierdo por nada del mundo".
Y es constante que el tema resurja a lo largo del día entre 3 y 10 veces, por ahí comentándolo con otras personas a ver qué nuevo aporte pueden hacer a las conjeturas que ya tienen.
Se creen Dios: omnipotentes, omnipresentes, omnicientes. Y les encanta.
La capacidad de todo poder, todo ver, todo escuchar, todo saber, de todo decidir.
Todo eso conlleva a desperdiciar horas de su vida prediciendo cada moviendo, especulando cada jugada de 20 personas que son prácticamente como cualquiera de nosotros, con las mismas capacidades, los mismos gustos, las mismas diferencias, las mismas opiniones y los mismos problemas.
Ah no, pero claro, ellos son diferentes, por supuesto, están encerrados en una casa.

lunes, 7 de febrero de 2011

Hoy te quiero, mañana también

sábado, 5 de febrero de 2011

Alegoría de una caída

Y es ese el miedo de caer de vuelta en el mismo pozo, pero ¿a qué se debe el miedo? Si ya saliste una vez de él, ya conocés el camino.
Pero el problema no es salir del pozo, el problema es la caída, es el impacto.
Para caer en un pozo sólo hace falta un segundo de distracción, un cordón desatado, una mirada desviada, una mente ocupada o un corazón inquieto. En ese preciso momento donde todo y nada ocurre en un equilibrio tan perfecto e indetectable, es donde uno cae. De un momento al otro, la calma se quiebra y se rompe en mil pedazos.
Quizá la caída no sea más fuerte ni más inesperada ni más indeseada, pero ésta vez no es la primera vez. Se cae nuevamente sobre los mismos pies.
Ésta vez renacen heridas a medio cerrar y penas pasadas. Se remueve el pasado y salen a la luz esos asuntos no concluídos. Ahora el peso es doble.
Y mientras uno cae no sabe que es peor: ese estado aletargado mientras todo se congela y uno sólo ve su figura detenida en el vacío propensa, solitaria y débil, o el golpe conciso, directo y final que te advierte que sí,  que ya tocaste fondo.
Y nuevamente uno abre los ojos en ese lugar que desprecia, que ya conoce, en esa oscuridad que tanto le aterra. “Bienvenido nuevamente al pozo” parece que susurran las paredes.
Sabemos el miedo que genera lo desconocido, lo que no sabemos, lo que no podemos controlar pero más miedo nos provoca aquello que afirmamos, eso a lo que ya no podemos otorgarle el beneficio de la duda. Lo que indudablemente es así y sabemos que pasará. Eso que sólo nos queda esperar que ocurra.
Pero no hay que alarmarse, se puede caer dos veces en el mismo pozo pero cuando ya tocamos fondo... no se puede caer más bajo

miércoles, 2 de febrero de 2011

Perdimos estabilidad, no sabemos de qué lado vamos a quedar parados