martes, 8 de febrero de 2011

Gran hermano, parte 2

Ahora explíquenme por favor como el mismo día de haberse iniciado el programa (o en su excepción, al otro día), esas personas ya tenían fans. ¿Fans? Por favor, ¿fanático de qué sos?
Yo me pregunto: ¿Qué admirás de esa persona? ¿Qué te entusiasma ciegamente? ¿Por qué lo hace tan especial aparecer en la televisión? ¿Por qué es tan importante la fama? Muchas de esas preguntas no se responden porque nadie se las plantea. No se toman el tiempo ni el esfuerzo de analizar qué están viendo.
El único y absoluto fin de este programa de televisión es que la gente ciegamente consuma, se fanatice de algo que uno mismo posee.
Nos hacen desidentificarnos. Nos hacen creer que somos distintos al que está en la televisión… porque claro, está en la televisión. Nos hacen querer estar ahí y que el mundo nos conozca, y así… ¿Ser mejores? ¿Más importantes? ¿Qué es lo que nos da a cambio la fama y el “reconocimiento” público?
Ese es uno de los ejemplos más claros de lo que genera este nuevo programa de consumo masivo y popular. La gente absorbe todo lo que el programa les brinda. Se paraliza… se aliena.
Así perdemos nuestra capacidad de razonamiento, de crítica. Tienen la capacidad de transmitir la información de manera que tal como la envían, la gente así la recibe.
Nos empapan de información: nos dicen qué ver, qué consumir, qué criticar y qué apoyar. Hasta controlan nuestros sueños, nuestras aspiraciones, nuestras metas…
Y así es: “Los bolsillos de unos se llenan mientras que las mentes de otros se vacían.”
Es un negocio millonario, mirá vos sino. Pero no es la primera vez que la manipulación de masas enriquece. Que sutileza, ¿no? “Someten al ignorante y al educado”.

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