miércoles, 23 de marzo de 2011

23? Cómo? 23? No, 4, si, 23. Feliz 23!!!!!!!!!!!!!

domingo, 20 de marzo de 2011

sábado, 19 de marzo de 2011

Sólo me queda el consuelo,
de saberme muy tranquila,
yo ya sé que la peleé...

lunes, 14 de marzo de 2011

El calor del fogón era una de las sensaciones más confortables que había sentido desde hace tres meses. Imposible era olvidar aquellos rostros del pasado, ni siquiera el huir de la ciudad lograba apaciguar esas voces en mi cabeza. No recordaba si esas voces siempre habían estado ahí o si acaso habían aparecido luego de aquella noche.
Las llamas se movían al compás del viento al igual que las copas de los árboles, ese movimiento me sumergía en un trance indescifrable. Lentamente mi cuerpo se hundía en la hierba cada vez más.
Sin saber si era efecto del alcohol o la inmensidad de la noche, la imagen de una mujer apareció entre las llamas.
Era joven, tímida, de ojos grandes y pelo negro. Su piel era suave y delicada, fina y blanca. Vestía solo unos harapos, unas telas que envolvían su hombro y bajaban hasta sus rodillas, y el color era difícil de definir, las cenizas le daban un tono grisáceo y envejecido.
Durante unos minutos no pude apartar mis ojos de su cuerpo aunque ella tampoco dejaba de observarme. Lentamente comenzó a apartarse de las llamas y caminó hacia mí. La joven comenzó a acariciar mi pelo y mi rostro.
Se detuvo en mis labios unos segundos. Apoyé mi mano sobre la suya y delicadamente recorrí todo mi rostro, comencé a bajar por el cuello y al llegar al pecho ya no necesitó que mi mano la guiara.
Su mano siguió deslizándose, al principio de manera tímida aunque después se dejó llevar por la profundidad de la noche y los ruidos de la leña calentándose. Sumergido en su cuerpo me dejé llevar.
Nuestros cuerpos rozándose, revolcándose por el suelo húmedo del bosque y las estrellas infinitas en el cielo eran el escenario más impresionante.
Las brasas seguían ardiendo como hacia horas, hasta me atrevo a decir que crecían y se apaciguaban al ritmo de nuestros cuerpos desnudos. Interminable era el ir y venir de su cuerpo sobre el mío, su pelo sobre mi rostro y sus manos envolviendo mi cuello, mientras me insinuaban que continúe…
Finalmente no se escuchó más nada, ni el latir de su corazón a un ritmo acelerado, ni el vibrar de las hojas. Ya no escuché su respiración en mi oído ni el roce de sus labios. El bosque se inundó de silencio y suavemente la llama se apagó.
A la mañana siguiente encontraron mi cuerpo inmóvil e incinerado junto a las brasas tibias.

domingo, 13 de marzo de 2011

Hicieron un desierto y lo llamaron paz

martes, 8 de marzo de 2011

Nunca he declarado la guerra a los hombres; no declaro la guerra a nadie, cambio la vida: soy feminista. No soy ni amargada ni insatisfecha: me gusta el humor, la risa, pero sé también compartir los duelos de las miles de mujeres víctimas de violencia: soy feminista. Me gusta con locura la libertad más no el libertinaje: soy feminista. No soy pro-abortista, soy pro-opción porque conozco a las mujeres y creo en su enorme responsabilidad: soy feminista. No soy lesbiana, y si lo fuera ¿cuál sería el problema? Soy feminista. Sí, soy feminista porque no quiero morir indignada. Soy feminista y defenderé hasta donde puedo hacerlo a las mujeres, a su derecho a una vida libre de violencias. Soy feminista porque creo que hoy día el feminismo representa uno de los últimos humanismos en esta tierra desolada y porque he apostado a un mundo mixto hecho de hombres y mujeres que no tienen la misma manera de habitar el mundo, de interpretarlo y de actuar sobre él. Soy feminista porque me gusta provocar debates desde donde puedo hacerlo. Soy feminista para mover ideas y poner a circular conceptos; para reconstruir viejos discursos y narrativas, para desmontar mitos y estereotipos, derrumbar roles prescritos e imaginarios prestados. Soy feminista para defender también a los sujetos inesperados y su reconocimiento como sujetos de derecho, para gays, lesbianas y transgeneristas, para ancianos y ancianas, para niños y niñas, para indígenas y afrodescendientes y para todas las mujeres que no quieren parir un solo hijo más para la guerra.
Soy feminista y escribo para las mujeres que no tienen voces, para todas las mujeres, desde sus incontestables semejanzas y sus evidentes diferencias. Soy feminista porque el feminismo es un movimiento que me permite pensar también en nuestras hermanas afganas, ruandesas, croatas, iraníes, que me permite pensar en las niñas africanas cuyo clítoris ha sido extirpado, en todas las mujeres que son obligadas a cubrirse de velos, en todas las mujeres del mundo maltratadas, víctimas de abusos, violadas y en todas las que han pagado con su vida esta peste mundial llamada misoginia. Sí, soy feminista para que podamos oír otras voces, para aprender a escribir el guión humano desde la complejidad, la diversidad y la pluralidad. Soy feminista para mover la razón e impedir que se fosilice en un discurso estéril al amor.
Soy feminista para reconciliar razón y emoción y participar humildemente en la construcción de sujetos sentipensantes como los llama Eduardo Galeano. Soy feminista y defiendo una epistemología que acepte la complejidad, las ambigüedades, las incertidumbres y la sospecha. Sé hoy que no existe verdad única, Historia con H mayúscula, ni Sujeto universal. Existen verdades, relatos y contingencias; existen, al lado de la historia oficial tradicionalmente escrita por los hombres, historias no oficiales, historias de las vidas privadas, historias de vida que nos enseñan tanto sobre la otra cara del mundo, tal vez su cara más humana. En fin soy feminista tratando de atravesar críticamente una moral patriarcal de las exclusiones, de los exilios, de las orfandades y de las guerras, una moral que nos gobierna desde hace siglos. Trato de ser feminista en el contexto de una modernidad que cumple por fin sus promesas para todos y todas. Como dice Gilles Deleuze ’siempre se escribe para dar vida, para liberarla cuando se encuentra prisionera, para trazar líneas de huida’. Sí, trato de trazar para las mujeres de este país líneas de huida que pasen por la utopía. Porque creo que un día existirá en el mundo entero un lugar para las mujeres, para sus palabras, sus voces, sus reivindicaciones, sus desequilibrios, sus desórdenes, sus afirmaciones en cuanto seres equivalentes políticamente a los hombres y diferentes existencialmente. Un día, no muy lejano, espero, dejaremos de atraer e inquietar a los hombres; dejaremos de escindirnos en madres o putas, en Marías o Evas, imágenes que alimentaron durante siglos los imaginarios patriarcales; habremos aprendido a realizar alianzas entre lo que representa María y lo que significa Eva. Habremos aprendido a ser mujeres, simplemente mujeres. Ni santas, ni brujas; ni putas, ni vírgenes; ni sumisas, ni histéricas, sino mujeres, resignificando ese concepto, llenándolo de múltiples contenidos capaces de reflejar novedosas prácticas de sí que nuestra revolución nos entregó; mujeres que no necesiten más ni amos, ni maridos, sino nuevos compañeros dispuestos a intentar reconciliarse con ellas desde el reconocimiento imprescindible de la soledad y la necesidad imperiosa del amor. Por esto repito tantas veces que ser mujer hoy es romper con los viejos modelos esperados para nosotras, es no reconocerse en lo ya pensado para nosotras, es extraviarse como lo expresaba tan bellamente esta feminista italiana Alessandra Bocchetti. Sí, no reconocerse en lo ya pensado para nosotras. Por esto soy una extraviada, soy feminista. Y lo soy con el derecho también a equivocarme.

Florence Thomas

domingo, 6 de marzo de 2011

And never ever judge a book just by its cover,
and whatever else you do, don't push your luck

sábado, 5 de marzo de 2011

Tiro la roca al mar que lleva mis deseos