sábado, 5 de febrero de 2011

Alegoría de una caída

Y es ese el miedo de caer de vuelta en el mismo pozo, pero ¿a qué se debe el miedo? Si ya saliste una vez de él, ya conocés el camino.
Pero el problema no es salir del pozo, el problema es la caída, es el impacto.
Para caer en un pozo sólo hace falta un segundo de distracción, un cordón desatado, una mirada desviada, una mente ocupada o un corazón inquieto. En ese preciso momento donde todo y nada ocurre en un equilibrio tan perfecto e indetectable, es donde uno cae. De un momento al otro, la calma se quiebra y se rompe en mil pedazos.
Quizá la caída no sea más fuerte ni más inesperada ni más indeseada, pero ésta vez no es la primera vez. Se cae nuevamente sobre los mismos pies.
Ésta vez renacen heridas a medio cerrar y penas pasadas. Se remueve el pasado y salen a la luz esos asuntos no concluídos. Ahora el peso es doble.
Y mientras uno cae no sabe que es peor: ese estado aletargado mientras todo se congela y uno sólo ve su figura detenida en el vacío propensa, solitaria y débil, o el golpe conciso, directo y final que te advierte que sí,  que ya tocaste fondo.
Y nuevamente uno abre los ojos en ese lugar que desprecia, que ya conoce, en esa oscuridad que tanto le aterra. “Bienvenido nuevamente al pozo” parece que susurran las paredes.
Sabemos el miedo que genera lo desconocido, lo que no sabemos, lo que no podemos controlar pero más miedo nos provoca aquello que afirmamos, eso a lo que ya no podemos otorgarle el beneficio de la duda. Lo que indudablemente es así y sabemos que pasará. Eso que sólo nos queda esperar que ocurra.
Pero no hay que alarmarse, se puede caer dos veces en el mismo pozo pero cuando ya tocamos fondo... no se puede caer más bajo

No hay comentarios:

Publicar un comentario