Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan
un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.
No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos
que te dure porque es de buena marca, suizo con ancora de rubíes; no te
regalan solamente ese menudo picapedrero que te ataras a la muñeca y
pasearas contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo
saben-, te regalan un nuevo pedazo fragil y precario de tí mismo, algo
que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su
correa como un bracito desesperado colgandose de tu muñeca. Te regalan
la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan
la obsesión de a atender a la hora exacta en las vitrinas de las
joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te
regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al
suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj
con los demas relojes. No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a
tí te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Julio Cortazar
miércoles, 24 de noviembre de 2010
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